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lunes, 8 de abril de 2013

Avutarda en tierras toledanas

¡Qué duro es intentar fotografiar avutardas! Seguro que hay otras formas menos agotadoras, pero estar dentro de un hide durante casi 15 horas puede ser realmente perjudicial para la salud, y más a ciertas edades. A las 5:15 de la mañana toca el despertador. Tras los saludos, entre bostezos, con los compañeros salimos hacia los hides a los que nos acompañó José David Gómez, dándonos todo tipo de consejos para la larga jornada de espera dentro de nuestros reducidos habitáculos. Tras llegar al lugar en los coches, queda ir, en fila india, por terrenos encharcados y en completa oscuridad por los campos que dan acceso a los escondites. A las 6:50 entro en el mío. Realizo el puzzle correspondiente para encajar la silla, la mochila con la cámara, la bolsa con la comida y el trípode dentro de los escasos 2 metros cúbicos en los que estaré todo el día (todo esto a oscuras total, esta noche no hay luna).

Cuando empieza a clarear, comienzo a preparar el equipo, las contorsiones son de circo para abrir el trípode, sacar la cámara, colocarla y sacarla por el ventanuco. Al fin lo consigo y espero a que despunte el día.
Al poco comienzo a ver los primeros ejemplares, el día promete porque los machos están muy activos y hacen el cortejo a las hembras, pero para mi desgracia están demasiado lejos para fotografiarlos, espero pacientemente a que se acerquen y el tiempo pasa sin que eso se produzca, me limito a observarlos en la lejanía y a hacer algunas fotos como la primera, con la sierra de Gredos al fondo.
A las 11 desaparecen de mi vista (ya ni de lejos las veo). Desayuno, como, bebo, intercambio mensajes con mis compañeros que están en otros escondites, unos tienen más suerte y disfrutan de las avutardas más cerca, otros pasan el tiempo como pueden, leyendo, dando cabezadas, pero siempre con un ojo abierto por si aparecen, los animales en libertad tienen estas cosas.

La tarde se hace muy larga porque hasta las 19 horas no vuelven a aparecer, y, mas o menos, a la misma distancia que por la mañana. Consigo fotografiar a una pareja que pasa a unos 100 metros del escondite con la luz del atardecer al fondo. Y el día se acaba, con algo de frustración fotográfica pero con la satisfacción de haber podido observar, aunque solo haya sido un ratito a estos bellos animales en libertad. Duelen los huesos de tanto tiempo de inactividad y la caminata de vuelta se hace dura. Aun nos queda hora y media de carretera de vuelta a casa.




3 comentarios:

Daniel Jara dijo...

Muy bien descrito el esfuerzo que requiere conseguir una foto de avutarda. La primera foto está genial. ¡Menuda luz! Un abrazo

Eugenio dijo...

Todo un esfuerzo que a veces no se ve recompensado totalmente, Ver el espectáculo ya es un regalo. Para que luego digan que con grandes teleobjetivos se puede hacer todo. Esos no saben de tus conocimientos y sobre todo de tu paciencia.
Grandes fotos, como todas. Aunque un poco lejos, queda enmarcada en su lugar.
Un abrazo.

Javi Briongos dijo...

Sin ninguna duda el equipo ayuda a hacer mejores fotos, pero sin el sacrificio que te da el trabajo tienes que ser un genio para conseguirlas, como yo no lo soy en absoluto, tengo que currármelo, no lo dudes.

Un abrazo.