Un día gris, como la mayoría de los que vivimos en Islandia nos dejó paisajes como este, en el que la ausencia de color quizás destaque aun más la crudeza del clima, la tierra y el mar que rodea la isla.
Estoy abrumado de ver fotografías de amaneceres y atardeceres con colores eternos en Islandia. Desgraciadamente en este viaje no pudimos disfrutar de ellos, pero me quedo con el momento y el lugar más que con las condiciones atmosféricas. Poder disfrutar de estos paisajes es un lujo que, visto ahora desde la distancia, continúa emocionándome.
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