Fueron unas 3 horas frenéticas. Cuando llegamos al comedero con la carroña, los buitres ya se encontraban en tierra, esperando más comida. No exagero si digo que había más de 100. Y todavía vinieron más cuando descargamos su alimento. Las luchas por encontrar un hueco hasta la carne se sucedían. El obturador no paraba de abrirse y cerrarse y las tarjetas echaban humo.
Es impresionante ver la voracidad de estos magníficos animales, con más de 2 metros de envergadura parecen no saciarse nunca. Su aspecto siniestro no debe hacernos olvidar lo beneficioso de su conducta alimenticia al limpiar el monte de cadáveres que podrían transmitir enfermedades.
A Spectacular Sunset. Few Birds. What To Do?
Hace 1 día
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